lunes, 1 de julio de 2013

LA FUNCIO QUE SIEMPRE CONTINUA..LA HISTORIA DEL CIRCO



La función que siempre continua: la historia del circo en México

El circo como espectaculo de origen europeo integrado por un conjunto de ejecuciones especializados en variadas suertes acróbaticas (equilibristas, maromeros, trapecistas, prestidigitadores e ilusionistas, malabaristas) o en la doma y el amaestraieno de animales y amenizado por la indefectible turba de payasos llegó a México desde mediados del siglo XIX.

A partir de entonces data la visita de compañías extranjeras y la formación de compañías nacionales, que actuaban en la capital y en las principlaes ciudades de provincia mediante giras esporádicas o periodicas que lograron despertar y consolidar el gusto por este espectáculo en las distintas clases sociales.



En 1808 arribó a quien debemos considerar el padre del circo moderno en México, el inglés Philip Lailson, quien anunció por primera vez en nuestro país el Real Circo de Equitación; para entonces llegaron innumerables franceses, italianos, ingleses y españoles que hicieron gala de sus habilidades acrobáticas, gimnásticas, de equilibrio, como hombres fuertes y en la prestidigitación.

Después, apareció en 1831 el Circo Ecuestre de Charles Green de los E.U., presentando las primeras pantomimas circenses. En 1841 surgió el Circo Olímpico de José Soledad Aycardo, que era ecuestre, titiritero, acróbata y payaso versificador, él fue propiamente el primer empresario circense mexicano. Años después, surge la figura de José Miguel Suárez en 1853, fundador de una familia que se ha distinguido en la acrobacia ecuestre durante seis generaciones, dado que tiene siglo y medio de permanencia en la vida circense mexicana.




Tras la entrada de Maximiliano de Habsburgo a la Ciudad de México, debutó en 1864 el Circo de Giuseppe Chiarini, propiedad de un carismático italiano, precursor en traer novedades artísticas de Europa y Estados Unidos, sus magnificentes actos ecuestres, el primero que estrenó alumbrado de gas, construyó un moderno circo-teatro y trajo otra serie de adelantos que lo señalaron como el lugar de diversión predilecto de los espectadores de diversas clases sociales.

Con la aparición del barco a vapor y el ferrocarril, empezaron a arribar gran cantidad de circos extranjeros a México, mencionaremos solo algunos.

De los Estados Unidos: el Rivers, Runnels & Franklin en 1851; el Conklin Brothers Great American Circus en 1866; el Circo de Smith, Nathans & June en 1872. La Compañía Schumann de Dinamarca nos visitó en 1875, el Gentry Bros de E.U. en 1901, el Norris & Rowe’s en 1905, el Sells Floto en 1906, el Carl Hagenbeck de Alemania en 1906, el Pubillones de Cuba en 1908 y el espectáculo al estilo de Búfalo Bill llamado Miller Brothers 101 Ranch, Wild West Show en 1908, cada uno de ellos dejó su semilla para que el circo floreciera.
Alfonso Reyes




En este contexto la lucha no fue fácil para las familias pioneras, el Circo Treviño fue el primer gran circo que surgió en México pues compitió con los ingleses Orrin a finales del siglo XIX. En su momento los hermanos Orrin edificaron el tercer circo-teatro que tuvo la Ciudad de México, cuya elegancia y buena programación fue reconocida en diversas naciones.



Allí se consagró la figura del gran clown británico don Ricardo Bell, el payaso más famoso y respetado por la sociedad mexicana de todos los tiempos que montó novedosas pantomimas con gran éxito.



Por desgracia, todo este panorama de prosperidad circense fue cercenado por el inicio de la Revolución Mexicana en 1910 y el Circo Teatro Orrin fue demolido.

Contradictoriamente, al fragor de la lucha revolucionaria surgió el Circo Teatro Carnaval Beas Modelo, propiedad de Francisco Beas. Para edificar su empresa contó con el apoyo económico de Pancho Villa, declarado amante del circo y especialmente de los actos ecuestres. Esta empresa creció tanto que llegó a trasladarse en 35 vagones de ferrocarril de su propiedad por las principales ciudades de provincia, con una compañía compuesta por más de 400 personas, marcándolo como el circo más grande que hayamos tenido en toda la historia.



El Circo Atayde se instituyó como el de mayor tradición en México, tras su regreso de 20 años de gira por Centro y Sudamérica, en 1946. La familia Atayde inició sus actividades en 1879 y alcanzó su prestigio exhibiendo extraordinarias atracciones internacionales durante los últimos 56 años, cuando el circo fundamentó su atractivo en los nombres de célebres artistas circenses. Aún cuando su dimensión actual no es igual a la que poseía hace dos décadas, el nombre Atayde es sinónimo de circo en la mente de todos los mexicanos y sigue siendo la empresa más importante en producir la fantasía circense en nuestro país.

En pleno siglo XX fueron incontables las familias mexicanas que se involucraron en el arte circense y muchas llevan entre cuatro y cinco generaciones: Campa, Murillo, Cárdenas, Del Castillo, Fernandi, Rodogel, Padilla, González, Portugal, Aguilar, Ayala, Alegría, Rodríguez, Macías, Osorio, Medina, Márquez, Ortiz, Bells, España, Caballero, entre muchas otras. Algunos troncos produjeron artistas de renombre internacional como el malabarista Rudy Cárdenas, o los grandes trapecistas: Alfredo Codona, Ramón Esqueda, Lalo Palacios, Tito Gaona, Gustavo Bells, Raulito Jiménez, Rubén Caballero, hasta el estupendo Miguel Ángel Vázquez que fue el primer ser humano en materializar el cuádruple salto mortal en los trapecios volantes para orgullo de todos los mexicanos.



Hoy día el circo sigue formando parte de nuestra vida cotidiana. Durante las vacaciones los barrios se llenan de carpas que invitan a reir y a disfrutar, sin embargo, la historicidad del espectaulo no justifica el maltrato a los animales que se pueda cometer en estos sitios de esparcimiento; el circo no debe desaparecer, solo transformarse y cumplir con la función de divertir y entretener.

El Circo ¡El Circo, El Circo!

Hablar del circo es hablar de un espacio maravilloso en donde la magia y la fantasía se mezclan con la realidad, en donde el aliento queda suspendido por un instante mientras el artista vuela por los aires y parece por un momento que las reglas de la naturaleza no existen… los hombres vuelan, los animales salvajes se comportan dóciles y obedientes, a los malabaristas les salen brazos, cientos de brazos y manos, cada una más hábil que la anterior, el tiempo se detiene mientras explota la carcajada provocada por el entrañable hombrecito con la cara pintada. La magia se iniciaba desde que el circo llegaba a la ciudad o al pueblo y por sus calles desfilaban los artistas que habrían de deleitarnos acompañados de increíbles elefantes y otras bestias igual de magníficas que temibles, el desfile iba recorriendo la ciudad escoltado por los gritos ¡el circo, el circo!




Para que un espectáculo de circo pueda ser considerado como tal tiene que contar con ciertos elementos fundamentales: la doma de caballos y otras especies animales, la acrobacia, ya sea aérea o de piso, los payasos, las contorsiones y el equilibrismo, todos estos actos con variantes incontables se presentan bajo una carpa que alberga en su centro una pista circular como espacio escénico. Hay evidencia tanto arqueológica como documental de que en América se realizaban actos relacionados con las actuales artes circenses desde antes de la llegada de los españoles: hombres que caminaban sobre sancos con fines ceremoniales en San Pedro Zaachila, Oaxaca; grupos acrobáticos de Tixtla, Guerrero; los célebres voladores de Papantla o el testimonio más antiguo: una pequeña estatua del Preclásico Medio, es decir más o menos por el 800 a. C., localizada en un entierro de Tlatilco, que representa a un contorsionista y que se exhibe en el Museo Nacional de Antropología con el nombre de “El Acróbata”.






El circo propiamente dicho llegó a México en 1808 con el espectáculo del inglés Philip Lailson y su Real Circo Ecuestre y en 1841 nace el primer circo propiamente mexicano, cuando don José Soledad Aycardo pagó en la ciudad de Monterrey la licencia de cinco pesos para montar su espectáculo al que llamó “El Circo Olímpico”. Y sería en 1864, durante el imperio de Maximiliano, con el circo del italiano Giuseppe Chiarini, que el gusto por este espectáculo se introduce definitivamente en nuestro país. Para fines del siglo XIX florecieron numerosos circos en México que corrieron diversos destinos, desde la efímera aparición hasta la persistencia en nuestros días: el Circo Suárez, el Metropolitano de los Hermanos Orín, el Gran Circo Fénix, el Circo Treviño y, en agosto de 1888, el Circo Atayde Hermanos. Estos pioneros y muchos otros que se escapan de estas líneas iniciaron en México una larga tradición. Gracias a ellos podemos decir ¡Vamos al Circo! 





Historias y relatos de Mexico..






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